Interpretes: José Luis Sola, tenor Dorota Grzeskowiak, soprano José Ramón Martín, piano Director: Ricardo Visus Antoñanzas
Programa variado y de gran nivel artístico a cargo de tres jóvenes intérpretes de una gran categoría interpretativa en todos los aspectos.
Gran sorpresa para el numeroso público que congregó el evento y para los que ya conocíamos la talla de los interpretes. En definitiva, una velada memorable.
Ambos solistas, así como el pianista acompañante, son valores jóvenes en los cuales destaca la frescura y vitalidad de sus interpretaciones, así como las merecidas ganas de hacerse con un terreno propio en el disputado campo de la lírica. Lo que pudo constituir una sorpresa para aquellos que les escucharon por primera vez, es la madurez conceptual y escénica con que abordaron la interpretación de su repertorio, y la distinción expresiva que aplicaron a cada una de las obras.
José Luis Sola es un tenor lírico en el más amplio sentido de la palabra, tanto por las características de su voz dentro de la cuerda de tenores, como por la hondura expresiva con que va construyendo las frases de su discurso interpretativo. El comienzo con la arietta belliniana “Malinconia” fue seguro, elocuente, quizá algo más enérgico que lo que requiere la partitura, pero probablemente abordado en esta forma como eficaz carta de presentación vocal. Cualquier duda pudo quedar resuelta al escucharle en “Con amores la mi madre”, en la que la dulzura, la intención expresiva y la tierna melancolía ahora sí-, apoyadas en un legato deslumbrante, mostraron los recursos del cantante y lo que puede y quiere hacer con ellos. Las arias operísticas constituyeron la base de su intervención, y si hubiera que destacar alguna, dentro del equilibrio cualitativo, sería sin duda el aria de Nadir en “Los pescadores de perlas”. La pieza llegó a transformarse en un lied, concertado en forma inmejorable con el piano de José Ramón Martín, y quizá sea éste el mejor elogio que pueda aplicarse a la interpretación escuchada. La emoción evocadora propia de la introspección del personaje traía a escena al Gayarre cuya voz no llegamos a conocer, y a todo un Kraus, maestro del siglo XX que afortunadamente sí dejó sobrados testimonios del mejor belcanto. Cuando parecía que ésta era otra especie en extinción, José Luis Sola se muestra como heredero natural de tan gloriosa tradición, el “cantar bello”, cuando la voz es un instrumento dócil al servicio del arte. Quizá no es frecuente tampoco escuchar un “Ingemisco” del requiem verdiano, en el cual se aúnen la solidez verdiana con la articulación belcantista propia del período inmediatamente anterior al compositor, y bien presente en toda su escritura.
La soprano Dorota Grzeskowiak es afortunada intérprete merecedora de apreciaciones muy similares, lo cual favoreció en gran medida la conjunción en los dúos operísticos interpretados por ambos. Es de destacar especialmente la claridad, seguridad y dulzura en sus pianissimos, que construyeron particularmente la hondura de las canciones polacas interpretadas. El juego de caracteres que exigen las interpretaciones de Norina en “Don Pasquale” y Rosina en “El barbero de Sevilla” fueron abordadas de forma convincente por la cantante en ambos casos, si bien de forma más definida en la primera. Su registro vocal muestra la igualdad en
la emisión, la holgura en el fiato y la seguridad en que se basa toda su madurez interpretativa.
El piano de José Ramón Martín fue aquello que todo cantante puede desear para acomodar su interpretación a cuanto exija y pida la partitura, a las cadencias sentidas en cada momento y a la agógica imprevista y deseada. Su musicalidad y holgura técnica van mucho más allá de lo habitualmente escuchado en recitales, sean del nivel que sean. Por ello, tan sólo habría que lamentar el hecho de que la mayor parte del repertorio interpretado fueran fragmentos operísticos con la consiguiente reducción de la partitura orquestal para piano; aún así, su evidente categoría interpretativa quedó ampliamente puesta en escena, trascendiendo del cumplido acompañamiento, para constituirse en concertante equilibrado de ambos cantantes.
Por último, hay que hacer constar el sorprendente intermedio interpretado por el grupo valenciano I Pensieri Musicali, -uno de cuyos componentes vocales era el propio pianista-, que demostró una conjunción sonora de intensa belleza, con fraseo que no desmerecía de cuanto se iba escuchando a los protagonistas del concierto. En las cuatro obras interpretadas, desde «»DiLasso»» hasta «»Schumann»», mostraron una adaptación flexible a la estilística propia de la época de cada obra, primando, como a lo largo de todo el concierto, la mejor línea lírica ensamblada con la vitalidad que hace de la música uno de los mejores instrumentos para ser feliz.
Grandes aplausos en todas las obras y larga ovación final al terminar el concierto.
La audición tuvo como punto final la intervención de los propios monjes cistercienses de La Oliva, con el Canto de Completas y la Salve Cisterciense, que quisieron sumarse así a este laudable evento.
Felicitaciones al Abad de La Oliva, a D. José Antonio Gayarre, presidente de la Comunidad de Bardenas Reales, al Ayuntamiento de Carcastillo y a D. Ricardo Visus, por haber enriquecido por segundo año consecutivo la celebración del Día de Bardenas. Que sigan haciéndolo en el futuro.
Luis Miguel Alonso Nájera
(De la Sociedad Filarmónica de Pamplona)
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Informa: Luis Miguel Alonso Nájera Fotos: Soluciones Locales, S.L.