Los buitres, los quebrantahuesos y otros animales que se alimentan de la carroña que encuentran en el monte, normalmente restos de ganado extensivo, recuperarán la dieta que tuvieron que abandonar hace doce años por la crisis de las vacas locas. Los técnicos del Servicio de Ganadería y del Servicio de Conservación de la Biodiversidad, las dos áreas competentes en esta materia en el Departamento de Desarrollo Rural, Industria, Empleo y Medio Ambiente del Gobierno de Navarra, analizan la aplicación del decreto aprobado el pasado viernes por el Consejo de Ministros que pone fin a las restricciones existentes en materia de alimentación silvestre.
Desde 1999, a raíz de una directiva sanitaria de la UE, estaba prohibido abandonar en la montaña los animales muertos: los cadáveres de ovejas, cabras y vacas debían ser recogidos, transportados hasta un centro autorizado e incinerados. Salvo en el caso de muladares controlados, zonas donde se les aportaba comida de forma artificial.
Esta norma proporcionará «»alimentación natural de forma suficiente a distintas especies de fauna necrófaga amenazada como el quebrantahuesos, el buitre negro, el alimoche o el oso pardo»», según la información del Ministerio de Medio Ambiente. Ahora, las comunidades autónomas deberán establecer las zonas y los controles necesarios en la cabaña ganadera para evitar la transmisión de enfermedades.
No es obligatorio
Aunque el Real Decreto es de aplicación en Navarra, fuentes de Desarrollo Rural indicaron que «»parece ser que no representa una obligación, sino que simplemente abre una nueva posibilidad de gestión de los cadáveres del ganado en extensivo»». Según estas fuentes, el Real Decreto permitiría continuar con el actual sistema de retirada de cadáveres y gestión de los puntos de alimentación suplementaria de aves necrófagas (PASAN).
En estos momentos, los técnicos están analizando el contenido del Decreto, aunque las fuentes consultadas afirman que «»no eximiría a los ganaderos de cumplir una serie de requisitos de control sanitario en la gestión de los cadáveres»».
Actualmente los ganaderos tienen que cumplir con la obligación de comunicar la muerte de sus cabezas de ganado y solicitar su retirada a un gestor autorizado. Esa retirada tiene un coste económico, por supuesto, pero está cubierta por un seguro que, a su vez, está fuertemente subvencionado por el Gobierno de Navarra, explican fuentes del departamento de Desarrollo Rural.
En cuanto a la fauna salvaje, los principales consumidores de carroña en Navarra son los buitres. Aun a pesar de la obligación de retirar los cadáveres del monte que ha imperado en los últimos años, la población de buitre ha aumentado en la Comunidad Foral desde las 2.004 parejas de 1999 hasta las 2.783 que se contabilizaron en el año 2009.
La quincena de PASAN existentes, que se sitúan en Napal, Lumbier, Carcastillo, Zudaire, Sangüesa, Gorramendi (Baztan), Garralda, Indurain (Izagondoa), Zandueta, Zurukuain (Yerri), Ochagavía, Navascués, Bardenas Reales y Roncal, suministran unos 1.000 kilogramos de comida al día, entre los meses de octubre y junio (cada PASAN tiene una cantidad y una periodicidad diferente según la carga poblacional de buitres de cada uno), hábiles para alimentar a unos 2.000 ejemplares.
«»Los muladares no son la solución idónea para la conservación de las aves carroñeras puesto que produce más efectos negativos que positivos»». Esta fue la principal conclusión de la tesis realizada por Ainara Cortés Avizanda (Pamplona, 1979), que fue defendida en la Universidad Autónoma de Madrid y obtuvo la máxima calificación por el tribunal. La investigación, que se prolongó durante cinco años, analizó los efectos ecológicos y de conservación que supuso la obligación de concentrar los cadáveres de animales en muladares en vez de dejarlos esparcidos por la naturaleza. La decisión se llevó a cabo en 1999 con motivo de la crisis de las vacas locas.
La norma, aún vigente, obliga a recoger los cadáveres de ganado y llevarlos a las explotaciones. «»Supuso una reducción brusca de la disponibilidad de alimento para muchas especies de aves amenazadas que antes daban cuenta de esos restos, lo que también beneficiaba al ganadero»», explicó. El trabajo de campo se hizo en Bardenas y el resto, en la Estación Biológica de Doñana.
Los resultados de la investigación pusieron de manifiesto que los muladores «»no son la solución idónea para la conservación de las aves carroñeras»». En particular, especies abundantes como el buitre leonado puede acaparar la mayor parte del alimento «»mientras que cuando las carroñas aparecen de forma aislada en el campo, como ocurría antes, especies más amenazadas como alimoches y milanos reales obtienen mayores rendimiento»». Por otra parte, la concentración de predadores en el entorno de los muladares, como los zorros, «»puede causar efectos nocivos a poblaciones de especies ajenas al consumo de carroñas como aves que nidifican en el suelo»».
En conclusión, la investigación recomienda que los muladares sean utilizados como herramienta muy «»dirigida»» a objetivos concretos de conservación y que, modificando la norma, la gestión de las carroñas retorne a un sistema lo más parecido posible al que siempre han beneficiado tanto a las aves como a los ganaderos, que las tenían de aliadas en las explotaciones»». Un objetivo que con la modificación normativa está un poco más cerca.
«»Los muladares no son la solución idónea para la conservación de las aves»»
«»Los muladares no son la solución idónea para la conservación de las aves carroñeras puesto que produce más efectos negativos que positivos»». Esta fue la principal conclusión de la tesis realizada por Ainara Cortés Avizanda (Pamplona, 1979), que fue defendida en la Universidad Autónoma de Madrid y obtuvo la máxima calificación por el tribunal. La investigación, que se prolongó durante cinco años, analizó los efectos ecológicos y de conservación que supuso la obligación de concentrar los cadáveres de animales en muladares en vez de dejarlos esparcidos por la naturaleza. La decisión se llevó a cabo en 1999 con motivo de la crisis de las vacas locas.
La norma, aún vigente, obliga a recoger los cadáveres de ganado y llevarlos a las explotaciones. «»Supuso una reducción brusca de la disponibilidad de alimento para muchas especies de aves amenazadas que antes daban cuenta de esos restos, lo que también beneficiaba al ganadero»», explicó. El trabajo de campo se hizo en Bardenas y el resto, en la Estación Biológica de Doñana.
Los resultados de la investigación pusieron de manifiesto que los muladores «»no son la solución idónea para la conservación de las aves carroñeras»». En particular, especies abundantes como el buitre leonado puede acaparar la mayor parte del alimento «»mientras que cuando las carroñas aparecen de forma aislada en el campo, como ocurría antes, especies más amenazadas como alimoches y milanos reales obtienen mayores rendimiento»». Por otra parte, la concentración de predadores en el entorno de los muladares, como los zorros, «»puede causar efectos nocivos a poblaciones de especies ajenas al consumo de carroñas como aves que nidifican en el suelo»».
En conclusión, la investigación recomienda que los muladares sean utilizados como herramienta muy «»dirigida»» a objetivos concretos de conservación y que, modificando la norma, la gestión de las carroñas retorne a un sistema lo más parecido posible al que siempre han beneficiado tanto a las aves como a los ganaderos, que las tenían de aliadas en las explotaciones»». Un objetivo que con la modificación normativa está un poco más cerca.
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Informa: C.B.R.N. Fotos: Diario de Noticias